martes, 4 de noviembre de 2008

Octubre de 2003


Agosto de 2003


Septiembre de 2003


Das ist Paula 2006


Agosto de 2002


30 de mayo de 2007

Y dice que dice que...

La masturbación es un placer. El ensoñamiento de un Dios independiente y autónomo a un ritmo perfecto. Quedan lejos los sentimientos inadecuados, las miradas confusas, el riesgo de la nostalgia futura.

¡Soy la gran masturbadora! Puedo hacer sentir a todo el mundo bien… consigo mismo! …y que el silencio sea una grande y hermosa propiedad privada en la que la respiración es la reina.

Querida Cleis Diotima,

Esta mañana ha empezado a echar humo la lavadora. Justo en el programa 7, cuando empezaba a centrifugar, la vecina de arriba me llamaba (hola, hola!!) para que me asomara a la galería. La misma a la que un par de veces he ido a ver para devolverle las bragas. Le he dado las gracias y he movido todos los objetos que rodean la lavadora, el mueble de los productos de limpieza, la ropa limpia acumulada encima de ella, la escalera de detrás, el carrito de la compra. Todo. Estaba dispuesta a empezar la épica tarea de quitarle la tapa para ver que es lo que fallaba. Pero cuando he estado a punto, he preferido sentarme en el sofá, mientras el pasillo seguía obstruido por toda esa cantidad de trastos acumulados fuera de lugar. Tal vez lo haga ahora, en breve.

No es una metáfora. Puede que un síntoma, pero no una metáfora. Las metáforas no son tan interesantes.

Así pues he fumado más que nunca. De hecho ahora estoy fumando. La tele está encendida y hay una película sobre la América profunda. De esos pueblos de campo en que un profesor cojo se f**** a la alumna salida de diecisiete años. Retiro lo de “salida”. Es un juicio. Pura psicología.

He estado pensando. Eso es malo. O, mejor dicho, excesivo. No hace falta invertir toda una mañana para darme cuenta de lo que está pasando. Estoy enamorada de todo lo que no podré tener; de lo que no voy a intentar tener, para ser sinceros. El teatro, tú, el tiempo, él, el otro… Todo tiene un nombre, ¿verdad? El miedo también tiene nombre igual que el valor. Se llaman “yo”. Pero no siempre llegan a un acuerdo de superación. Se ahogan mutuamente. Siento no haberte escuchado.

¿Qué hago? Dime. ¿Me enamoro? O no. Creo que un día mencionaste la respuesta, pero, lo siento, de nuevo no te escuché.

En las últimas semanas he visto un par de miradas que me gustaría tener a mi lado el resto de mi vida. Pero creo que jamás lo estarán. Créeme, no es victimismo. Conozco las circunstancias.

He apagado la tele, he empezado a morderme las uñas, de nuevo. No me gustan mis manos, sí para comérmelas, claro. Tal vez el auto-canibalismo no sea muy distinto a la masturbación. Igual que pintar encerrado y clausurar las láminas en una carpeta negra. Todo un espacio privado para ti sola. ¿Cuánto tarda la atmósfera en estar sobrecargada? No mucho… eh!

En fin, te dejo. Voy a fumar de nuevo, ducharme y salir volando hacia el trabajo. Supongo que, de nuevo, pasaré una tarde deseando encontrar el valor para invertir un tiempo en algo que no sé a donde me llevará pero que, seguro, me exiliará del Estado de Onanismo.

Nos vemos en breve.

Querida Cleis Diotima,
¿Cómo lo lograste?


7 de septiembre de 2005

ODA A “NO RECUERDO QUÉ”

Bebo vino por no beber cerveza y saboreo, cerrando mis ojos, la intransigencia. Ni siquiera sé si ésta es real pero me ayuda a disfrutar la calada eminente de ese cigarrillo… En fin, yo no fumo pero adoro robar tabaco a la buena compañía. Es otra forma de respirar. Inspira. El humo se convierte en un fantástico delirio y aparecen nuevos pensamientos… no; en realidad son viejas ideas. Residuos de sueños que en su día me asaltaban en el tren y que hasta ahora, sin recordar desde cuándo, me habían dejado sola, a mi azar. ¡¿MI azar?!

Ha vuelto a sonar esa canción por boca y guitarra de la misma diosa que prefiere el odio al olvido. “Ódiame, porque duele menos que el olvido. Ódiame, porque así sabré que me has querido”. El olvido le convierte a uno en nada. Cuando Olvido reina en el amor la lucha consiste en llegar al solipsismo; sólo desde ahí es posible vivir de nuevo en el mundo y sentirse considerado. Pero con el mundo aquí cerca, es difícil. Y resulta que hasta que no existimos nosotros éste no existe para nosotros y nosotros no existimos en él [René, qué bien te viene el nombre].

En fin, ¿quién dijo que era fácil?

Hoy he descubierto que estas palabras, aunque argentinas, no eran de tango. Mejor; porque el dolor habría sido mayor al ver el cantante que no tenía bailador.

“Ódiame, porque duele menos que el olvido. Ódiame, porque así sabré que me has querido”

No, esto no es tristeza, es empirismo. La vida es bella y esa belleza la vivo las 24 horas del día. El resto del tiempo descubro cosas como ésta.

Antes de despedirme, te envío un beso como el que siempre soñé que me darías y un “te quiero” que jamás me dedicaste.

[Sonrío] No importa, ahora soy feliz. Gracias.

Remite: La taverneta

8 de julio de 2005

Yazgo plácidamente sobre mi cama mientras una canción me susurra que huya. Están anunciando la llegada de la hora en punto y aún no me ha dado tiempo a vestirme para salir corriendo.

Un bajo sigiloso ha empezado a sosegar mis latidos y, bum, bum… sigo aquí escuchando este blues.

Una desconocida en la radio me dice que me quiere y que le he partido el corazón. Los coros me indican que eso se lo diría a cualquiera, así que, qué más da. Seguiré viviendo bien observando ese carro que no hace mucho he construido y del que hablo a todo el mundo. No sólo lo observo sino que lo reordeno con la vista, al ritmo de la canción que yo quiera. A veces, simplemente me deslizo entre mis muebles nuevos y mis trastos viejos como si fuera una elegante serpiente que, en realidad, no está sino retozando entre sus vidas.

Una hora y veintinueve minutos para averiguar qué es lo que en realidad está ocurriéndole a mis dedos, que escriben y escriben sin ninguna certeza de que ésas, no, “éstas” palabras se adecuan a algo anterior a su movimiento. Disponer de los símbolos y desconocer su correspondencia.

Orgullosa de no ver ya puertas mal cerradas en mi sala… He logrado dejarlas todas absolutamente abiertas y hay una corriente de aire deliciosa y fugaz. Entrar es salir y muy pocas cosas permanecen aquí; sólo aquello que tiene cabida entre el mobiliario actual. Esquinas adecuadamente dispuestas para resguardarme de ese fresco insolente que la corriente a veces trae consigo; ellas me acogen y me regalan el silencio, el oído ciego que escucha mejor que todos los demás. He logrado oír miles de conversaciones esta tarde y todo tenía un sentido, una coherencia arrebatadora, puro coro encubierto por la llegada chirriante del metro.
* POR DÓNDE IBA *
*FIN DE LA PRIMERA PARTE *

domingo, 10 de agosto de 2008

Georgia

DESPUÉS DE INTENTARLO TODO EL DÍA, NINO ACABA DE LLAMARME DE TBILISI. ESTABA EN UNA MANIFESTACIÓN Y NO VA BIEN. EN CUALQUIER MOMENTO ESPERAN QUE LLEGUEN LAS TROPAS RUSAS A LA CAPITAL, AUNQUE TAMBIÉN HAY QUIEN LES DICE QUE NO VA A OCURRIR. NO PUEDE IR A VER A SU FAMILIA PORQUE HAN CORTADO=DESTRUIDO LAS VIAS DE SALIDA DE LA CIUDAD.

QUÉ MÁS SE PUEDE DECIR. MÁS CLARO, AGUA.

MIERDA.

ESPERANZA; ODIO ESTA PALABRA PERO ES LO QUE MÁS SE ACERCA PARA DEFINIR LO QUE PUEDO ENCONTRAR EN ESTE RINCÓN DE PARIS.

MIERDAYDESEO, ÉSTA ES LA MÁS SINCERA

Algún día me acordaré

Codicia

A veces las cosas toman un rumbo inesperado.
Y ésta es una de las frases más codiciadas del mundo.

La memoria verdaderamente histórica trae al presente tonos de voz, miradas y acercamientos. Y lo hace de forma incesante. Sin piedad. Acopla a las palabras luces, cláxons y miradas. La memoria catapulta el silencio hacia el origen y/o el final de un nuevo significado. Cuando es así la memoria no es engañosa. Y lo que transcurre en ese silencio es de verdad. Se diga lo que se diga.

Querido Dr. Gaidón,

Nadie ni nada conspira contra mí.
No me siento atacada.
El pie ya no me duele y por fin he ido a la playa.
He descubierto que no soy la única que es como es y que además no lo sabe. Aprendido queda. No sé qué consecuencias tendrá. Te escribo a un par de semanas de volver al "Ballet français". Lo haré guardando en mi memoria gafas de sol, Man Ray, Duchamp, las pinturas feas de Picabia y castellano antiguo de ultramar. Otras cosas que no recuerdo me acompañarán en mi día a día.

Metafísica, sal de mí! :D

sábado, 14 de junio de 2008

Crónica de una sociedad avanzada (1)

De la importancia [o no] de los corchetes

Tímidamente nos asomamos a la vida de los otros sin darnos cuenta de que hemos cruzado una frontera. Caer en la cuenta de que este límite existe suele venir acompañado de la convicción titulada: “yo estaba aquí antes”

Buenos días a todo el mundo. No, no estoy enfadada con nadie. Y además es de noche. Pero llevo un cabreo… No, no es eso. Tampoco es influencia de Bridget Jones; el hecho de haber visto la película 10 veces en los últimos 15 días no me ha afectado lo más mínimo. Es sólo que no tengo más dvds en mi cuarto y aprovecho el préstamo de una amiga para echarme unas risas… sola y en inglés. [fin de la autojustificación] Y, reconozco que he redescubierto mi celulitis pero, repito, eso no me ha afectado lo más mínimo [fin de la autodestrucción]. En mi casa no hay vodka y no espero que mis amigos llamen a mi interfono para llevarme de viaje a París. Por dos razones: una, no tengo interfono y, dos, ya estoy en París. Lo que sí que tengo es casa, o sea, un cuarto, un templo sagrado en el que no está permitida la visita de más de dos personas a la vez. Un geriátrico donde al usuario se le habla como a un ser sin historia ni deseos y donde las reglas tienen un origen raro. Por ejemplo, en cuanto a las mencionadas visitas, la norma que las regula tiene como artículo principal: nada de orgías, solo menage à trois. La siguiente es la regla que permite tener frigorífico en la habitación combinada con la prohibición de subir a la habitación la comida reservada en la cantina (preparada en tupper) y la permisión de subir alimentos del mercado, pizza, comida china y quebabs. Podría dar explicaciones en relación al seguro y a la sanidad que justificarían esta regla pero digamos que estoy altamente interesada en que los posibles lectores de esta crónica sientan un pequeño porcentaje de la tirria que estoy desarrollando ante tanto reglamento. Así que quedémonos con la idea de que gracias a una normativa por el bien del usuario, se incurre en el esfuerzo de anular su capacidad de improvisación y de espontaneidad. La ley está por encima incluso de las personas que las imponen y que se refugian en el dogma al exigir calmadamente su cumplimiento. Santa regla, al menos una vez al mes te encontrarás con ella.

Podría continuar diciendo que nadie es imprescindible. Pero esta frase ya la hemos pensado todos y dicha así no entiendo muy bien de qué quiero hablar exactamente. Pero en una sociedad avanzada como ésta no pasa nada. No importa: si olvidas saludar, serás un maleducado pero jamás herirás a nadie. Si te olvidas de decir adiós, serás un maleducado pero jamás herirás a nadie. Si alguien te pide un cigarrillo y no tienes, no pasa nada, te dará las gracias de todos modos. Si alguien te pide un cigarrillo y le dices que solo te queda uno, se te quedará mirando esperando a que se lo des, y no te dará las gracias al ver que no abres el bolso. Si ya te han saludado por la mañana en el despacho, no esperes que te saluden al mediodía cuando te cruzas con algún compañero que viene del supermercado al que tú te diriges. La primera frase en una relación es “me gustas”, la segunda, “no estoy preparad@ para algo serio” y, en algunos casos, la tercera es “tengo miedo”. En otros casos nunca se ha llegado a pronunciar la primera frase y, o bien se pasa directamente a la segunda o la tercera, o bien uno de los dos desaparece sin otro rastro que un mensaje que dice “estoy en las islas Mauricio, ya te mandaré un mail” [no tiene tu dirección pero tampoco eso parece tener consecuencias].

jueves, 1 de mayo de 2008

Empiece a contar por donde quiera














































Bretigny city y demás

De todos modos, no es esto lo que quería decir. Se trata de algo mucho más simple. La historia empieza en silencio. Un preludio tacaño y una primera página de poco interés. En fin: un silencio sin suspense.

En Bretigny sur Orge hay una librería. Es un pueblo a 25 minutos de París, de estilo residencial. Sin pasado pero con ganas de tradición bien entendida y de buen vecindario. En general, muy salaos. El mapa de la ciudad parecía muy claro pero el cristal estaba agrietado en minúsculos fragmentos así que hubo que ir a la librería para preguntar por el hotel Comfort. Thierry, el librero, un hombre de unos treinta y pocos, al ver el código postal decidió que había que preguntar a la vecina, la carnicera. Una mujer bajita, con gafas, mofletes rojos y sonriente salió de la trastienda al oír su nombre, imposible de pronunciar para nosotras, y nos dio las explicaciones muy claras en una voz muy fuerte y cachonda: “estáis a media hora andando, mejor que os lleve él en coche (señalando al librero) ya que vive al lado y es inofensivo”. Thierry iba a cerrar su tienda en cinco minutos, así que aprovechamos para investigar: una sección infantil enorme, una pequeña mesa para los niños, viajes, postales de cumpleaños, invitaciones de la primera comunión, novela, ensayo… En cuanto él y su colega acabaron nos fumamos un cigarrillo y subimos al coche. Efectivamente, el hotel estaba lejos.

Nino y yo nos habíamos escapado de París. Una especie de huida del mundanal ruido con presupuesto limitado. Esta prometía ser una experiencia sencilla pero reconfortante. Lo único que buscábamos es un poco de espacio, silencio y, ¿quién sabe?, tal vez incluso algo de naturaleza. No obstante, el objetivo principal era encontrar el cementerio georgiano, en medio de uno de los pueblos que no disponen de estación de RER pero que sobre nuestro mapa no estaba a más de un dedo y medio de Bretigny sur Orge. He aquí la explicación por la que decidimos hacer la reserva de hotel en este pueblo. La elección por Internet fue rápida: la foto de la casa con la gran rueda de madera fue de lo más convincente. Pensamos aquello tan urbanita de: “uy, aquí, aquí seguro que se oirán los pájaros… el nombre no le pega a una casa rural pero, ¡qué rueda de madera!” Creo que ya en el coche empezamos a darnos cuenta de que la zona no era ni un campo de viñedos ni un valle entre montañas. Efectivamente, después de ver el Decathlon, los grandes almacenes a las afueras de la ciudad y un enorme cartel de Pizza del Arte, lo entendimos todo: es un hotel de carretera, en medio de una rotonda, al lado del Pizza del Arte, un Grill brasería no-se-qué y un hotel Fórmula 1. Pero la alegría que nos dio ver la rueda al lado del parking no se la imagina nadie. De verdad. La sonrisa nos duró al menos 20 minutos. Incluso en la recepción seguíamos sonriendo.

Nos atendió una mujer delgadísima, con gafas, con ojeras, fuerte, con ganas de trabajar y haciendo esfuerzos por sonreír aunque estuviera fatigada. Al notar que nuestro francés era como el español de Cruyff, nos habló en inglés. En este punto quiero aprovechar para explicar que ese sábado hacía dos semanas que yo estaba sorda. Con el oído derecho inutilizado gracias una infección, fue bastante difícil deducir que “gum zogtifogr” quería decir “habitación 34”, sobre todo si piensas que aún te están hablando en francés. Después de dos “ein?” Nino lo entendió todo; gracias, Nino. Le pedimos un mapa de la zona pero no tenía; pa’ qué. Al ofrecernos un mapa de París debimos de mirarla bastante mal porque enseguida retiró la oferta. En fin, subimos a la habitación. Dos camas, un lavabo limpio, toallas, el cartelito de “reutilice las toallas, sea ecológico y no nos las haga lavar cada día”, tele (¡¡¡tele!!!) y una mujer que llama a la puerta para darnos la rejilla que había olvidado poner en el tubo de ventilación del baño.

En cuanto dejamos nuestro equipaje invisible, dudamos: ¿grill o pizza del arte?... Grill. Ahí conocimos a la tercera mujer con gafas del día (y segunda con mofletes). Se llamaba... no sé. Pero muy maja. Había vivido en Madrid durante dos o tres años, así que hablaba un español perfecto. Al detectar mi acento se emocionó y empezó a explicarnos la carta en castellano. Oscar para Nino a la mejor interpretación; hasta que le dijo que no entendía nada de español su cara de póquer fue de lo más convincente. Así fue como ganamos el segundo número de teléfono del día: “si tenéis algún problema, no dudéis en llamarme”. Como casi todas las personas a las que explicamos nuestra idea de ir a Bretigny sur Orge, ella nos preguntó por qué estábamos ahí. En su caso, podía tener sentido pensar que éramos unas turistas que iban a visitar la ciudad de la Tour Eiffel y el Palais de Tokyo (momento de autopromoción, inevitable) pero lo de ir a Bretigny sur Orge y ¡voluntariamente! era inconcebible. Imagino que tanto ella como el librero y la carnicera quedaron algo perturbados ante nuestra respuesta a su trágico “¿por qué?”: un levantamiento de hombros, acompañado de un “cerca está el cementerio georgiano y porque si está fuera de París, ya va bien”. Gracias a estas conversaciones, averiguamos que cerca había un lago y que el enorme castillo que habíamos visto al pasar con el tren era un geriátrico.

Al no tener mapa, nos guiamos por las explicaciones de nuestra nueva amiga y su jefe y empezamos nuestra excursión a Leuville sur Orge, la ciudad del cementerio georgiano. A lo largo de este día de primavera, cruzamos campos de patatas, tulipanes, un pueblo con muchas piscinas, más patatas, un puente sobre la autopista. Ni un lavabo, ni un café. Otro puente. Una especie de alien del kitsch nos poseía cada vez que estábamos sobre un puente y nos obligaba a decir “I am the king of the world!” a coro y, a continuación, empezar a cantar “a-ahaaaa-aha AAA AAAAA a-aa… every night in my dreams, I see you, I heaaaar you… Near, far…” Un homenaje a mi vecino de planta, un haitiano que se está preparando para presentarse al “Operación Triunfo” francés y que cada sábado friega su habitación al ritmo de “I’m alive” de Celine Dion.

Mientras caminábamos nos obsesionamos con un torreón en lo alto de una montaña. Decidimos que después del cementerio ése era nuestro destino (frase patrocinada por Paolo Coelho, se me ha escapado). Después de nuestro tercer puente encontramos un grupo de gente que vivía en caravanas. Al principio pensé que eran electricistas pero, reflexionando, he llegado a la conclusión de que estaban haciendo algún apaño con el cableado eléctrico para uso propio. Pero bueno, no sé, qué importa. El caso es que para guiarnos nos dijeron, 4 veces gracias mi sordera, que para llegar al cementerio había que tomar el “pisci-club”, llegar a la gasolinera y tomar la calle 8 de mayo de 1945. Efectivamente, después de 20 minutos por el carril bici paralelo a la autopista –idílico, ¡eh!- nos dimos cuenta de que perdíamos el tiempo buscando un club de natación ya que lo que nos habían dicho era “biciclable” y, por supuesto, hacía rato que paseábamos sobre él. Llegamos: gasolinera sin lavabo, centro comercial con lavabo en reparación, y cartel torcido sobre poste de electricidad con el nombre de la calle. Al otro lado, el cementerio. Todas las tumbas pertenecían a personas de familia real e intelectuales demócratas que tuvieron que huir en tiempos la Unión Soviética. Todos sus descendientes obtuvieron después la doble nacionalidad georgiano-francesa.

Entramos en el cementerio y empezó a llover. Nino se paseaba en busca de uno de sus escritores favoritos y yo fotografiaba todo lo que podía, incluso la famosa y lejana torre a la que queríamos ir y de la que ya había tomado varias fotos a lo largo del camino. Los cementerios y sus habitantes suelen propiciar momentos de reflexión, silencios importantes y recuperación de un pasado 50% imaginado 50% histórico. A menudo es difícil mantener este estado de respeto e interés a causa de las inclemencias del tiempo y los carteles sobre algunas tumbas. En efecto, la burocracia francesa no tiene límites. Es posible que la española tampoco pero reconozco que es aquí donde he visto por primera vez textos como: “Concesión agotada, para renovación diríjanse al Ayuntamiento, servicio de estado civil” o “Toda persona en posesión de información sobre esta concesión abandonada, diríjase al Ayuntamiento, servicio de estado civil”. No obstante, ni las flores de plástico lograron arrebatar su solemnidad a esos minutos entre mármol mojado. Un sobrio contacto con la historia acompañado de una decoración bien iluminada gracias a unas nubes en proceso de disiparse. Al salir dimos una vuelta por el pueblo. Encontramos una iglesia imposible de fechar, bien conservada y, nuevamente, con una atmósfera histórica interrumpida por una señal de “prohibido aparcar, salvo convoy fúnebre”. Lo dicho, no hay límites para… en Francia.

Por fin decidimos ir hacia la torre. El nombre del tercer pueblo no lo recuerdo, seguramente algo “sur orge”. Pasamos otro puente, nos dejamos poseer por el alien del kitsch y seguimos nuestro camino. Objetivo: (lavabo y) torre.

Fotografiados los tulipanes de la rotonda, entramos en el pueblo. Calles estrechas, puertas rotas, viviendas antiguas reformadas… 1 farmacia, 1 comisaría, 1 supermercado y ¡1 café! Ergo, lavabo. La imagen no es precisamente heroica pero dudo que ninguna mujer desee ser fotografiada en un retrete de plato, léase como el plato de ducha común pero con un gran agujero en el centro. De pequeña, y si no preguntadle a mi madre, yo tuve la genial idea de intentar hacer pipi como Iván, un niño de la guardería. El resultado fue pésimo: cambio de leotardos, la falda a lavar y fregona. Fue así como entendí que es mejor hacerlo sentada. Así pues, 23 años después ante un WC de este estilo, decidí reflexionar bien antes de actuar y plantearme seriamente las preguntas clave en una situación de emergencia como ésta: ¿dónde pongo los pies?, ¿hacia qué pared hay que mirar? y ¿dónde está la fregona?

Subimos hacia la torre. Dejamos atrás el pueblo antiguo para atravesar las calles de las grandes mansiones, con sus jardines llenos de tulipanes y un Eduardo Manostijeras para mantener al día tanta perfección verde. Subimos la montaña siguiendo las flechas amarillas pintadas con graffiti en el suelo (aun así tuvimos una ligera desorientación pero, ¡qué caray!, sin riesgo no hay gloria). Al llegar a la cima –lo de cima suena alto pero también lo de “montaña” era mentira- descubrimos lo que en realidad era un castillo. Los restos de algo que ni estaba fechado ni indicado. Pero viejo, muy viejo. Nos paseamos entre las extrañas ruinas y desde ahí ubicamos nuestra rotonda de Pizza del Arte. A falta de mapa de la zona, finalmente nos vino bien haber subido y orientarnos. En la parte trasera descubrimos que toda la pequeña zona del castillo por la que nos habíamos paseado… bueno, digamos que el Gobierno no habría estado de acuerdo con nuestra visita. Pero bueno, la culpa fue de las fechas amarillas. Es lo que hay.

Según nuestra vista, había que ir todo recto y a la izquierda. Clarísimo. Después de 20 minutos, ya teníamos hambre así que, una vez perdidas, preguntamos. La carretera era la correcta salvo que en el otro sentido… uisshhh, ¡casi!

Llegamos al hotel y a nuestra rueda. En la televisión, un programa de vídeos donde un hombre perdía su dentadura mientras hablaba, o a una novia se le quedaba el vestido enganchado en la puerta del coche que arrancaba. Llegó así la hora de “Pizza del arte”. Cenamos al lado de un piloto de fórmula uno español muy conocido, creo haber visto su foto en alguna revista. Hablaba con su representante del coche, de si el modelo tal habría ido mejor, de si Alonso no sé qué… Después de cenar, en la televisión del hotel vimos terminar el programa de vídeos. Sobre las 23:15h apagamos. Nino estaba tomando su ducha cuando unos gritos de mujer empezaron a oírse de la habitación de al lado. Estaba siendo una gran noche para los vecinos. De pronto, se oye abrirse una puerta en el pasillo y unos pequeños pasos corren rápidamente y llaman a otro cuarto diciendo “¿maman?”. Cuando ya estábamos a punto de dormirnos, sonó el teléfono. La sorda –yo- respondió: ¿alló?

La recepcionista tenía una voz de sueño horrorosa. La habían despertado diciendo que alguien estaba gritando o quejándose en nuestro cuarto. Tuve que explicarle que no era posible que nosotras despertáramos a la criatura, ya que mientras hablábamos yo aún oía los gritos y que, en fin, no sabía si eran quejidos pero que dudaba que fueran a durar eternamente. Sería inhumano.

Por la mañana llegamos al comedor tarde. La hora del desayuno ya había pasado pero la mujer delgada del teléfono nos dijo que aún iba a tardar en recoger y que podíamos tomar todo lo que quisiéramos. Un buffet libre alucinante. Tostadas, fruta, zumo, café, té, jamón, nutella… nutella!! Mermelada, nutella... Todo iba bien. Mientras comíamos decidimos que podríamos ir a Versailles. Solo había que coger el RER y en vez de parar en París, pasar de largo hasta el gran castillo. Adiós centro, hola Coppola! Para empezar había que llegar andando a una estación de tren en una zona de la que no teníamos mapa. Empezamos a andar sabiendo que estaba recto a la izquierda, como siempre. En medio de una de las rotondas, alguien nos llamó: Mesdemoiselles! Un chico iba con su amiga/novia/rollo de una noche y la acompañaba a la estación, así que les seguimos. Mientras andábamos echamos un último vistazo al lago, los patos, las casas con piscina, los tulipanes y nuestra torre. La nostalgia y la memoria no tomaron mucha importancia, no porque no las tuviéramos, sino porque - mientras la chica no paraba de mirar su bota de tacón derecha a la que se le había roto la hebilla- el amigo acalló nuestras sensaciones con un poco de hip-hop que salía de su bolsillo. Gracias, telefonía móvil.

Pasamos la puerta de Versailles hacia las 15h. Cada estancia tiene dos puertas y para pasar de una habitación a otra es necesario pasar por los cuartos intermedios. Es cierto que había siempre una tercera puerta camuflada pero digamos que la cuestión de la intimidad no tiene una respuesta evidente en este gran palacio. Grandes cuadros dedicados a los religiosos, a los nobles, niños con mirada diabólica… detalles como poner al ejecutado y su verdugo uno al lado del otro hacían de la visita algo intrigante. Francos, merovingios, capetiens, valois y unos borbones cuya historia se remonta al siglo XIII, encuentros y desencuentros que desembocan en un Luis XIV y su casa a las afueras. El Rey Sol. La primera parte del paseo formábamos parte de la masa confundida de turistas -agrupados por familias y por guías- y que, como nosotras, aún no habían entendido por qué habían comprado los billetes en un lado y entrado por el lado opuesto.

La ansiedad se esfumó al llegar a la sala de los espejos. Habíamos dejado atrás los dormitorios multicolores y extrañamente oscuros. Las ventanas de cristal viejo que únicamente dejaban entrever una parte del enorme jardín se habían convertido en grandes ventanales que mandaban la luz del sol a los espejos, dando una iluminación nueva a la sala y, por ende, al palacio. Aprovecho la ocasión para devolver mis saludos especiales a Emma, que en 1842 dejó su huella en uno de los espejos, ¿es eso cierto?

Mientras escribo esto, en el transistor de mi tío suena Placebo y repite “Protect me from what I want”. Bien.

Al salir al jardín algo se me escapaba. No hay prosa para dar a entender que es ENORME, caprichoso, lleno de laberintos destinados al “jijiji jajaja” de los ricos, ligues y wannabe de la época. Precioso, no obstante. Alucinante como aquello se ha convertido en un espacio para el yogging y las fotografías compulsivas. Retomando el espíritu que nos poseía al pasar por los puentes de Bretigny, alquilamos una barquita para pasear por el lago. Nino rema, yo hago fotos, me parece un buen trato. Sobre todo porque los dos minutos en que tomé yo los remos, parecía que habíamos echado el ancla. “I am the king of the world…!” Y así fue como empezó la tormenta. Llovía en diagonal. En medio del lago. Unas turistas italianas se habían puesto el salvavidas y no paraban de reír, un hombre con su hijo nos grita: “vous êtes belles!” y unos turistas alemanes tenían un estilo envidiable volviendo a puerto. Nosotras tuvimos una seria conversación con la barca y al comprender que adoraba la orilla, decidimos hacerle caso. Volvemos a casa.

El día se cerró con una georgiana y una española, empapadas, sentadas en un restaurante chino en el barrio 5 de París, sonriendo sin razón aparente para el resto del mundo, satisfechas por las bolas de pollo picante y disfrutando del recuerdo de algo que aún estaba ocurriendo. Veníamos de la vuelta de la esquina siendo las mismas, pero habiendo robado el tiempo que hacía meses exigíamos. La receta médica que debería ser obligada para prevenir conjuntivitis, jaquecas, infecciones de oído y desvaríos idiotas: el silencio, el redescubrimiento del ritmo propio y deseado. Digo “médica” pero no es una terapia. Y digo “receta” pero no hay moraleja en este viaje. No es un símbolo. No hay mensaje ni instrucciones de uso. Es la vida según Perec, decenas de habitaciones y miles de paseos posibles, de lo más grande a lo más pequeño. Ojos (y por fin oídos) abiertos, constatar, abrir… y disponibilidad. Simple. Basta.




martes, 8 de abril de 2008

Leo




Qué le pasa al Doctor Gaidon?

¿Cúmulo de emociones?

Irene: ¿Qué tal, Gaidon? Te veo contento!
Dr. Gaidon: Me han regalado un Ipod con pantalla LCD de 24 pulgas. A mi perro le encanta el National Geographic y adora ver la marabunta.

O_o

Viaje con nosotros

Línea 9

Recorrido: de Charonne a Iena. Cada mañana, sobre las diez menos veinte, pueden ocurrir varias cosas:
a) Concierto: “Volare” a ritmo de acordeón y fondo musical de karaoke. Esta actuación suele repetirse durante el recorrido de vuelta, 8 horas más tarde. Letra irreconocible. Ni italiano, ni español sino todo lo contrario.
b) Poesía: Baudelaire, creo. Mujer de mediana edad, con una de las voces más agudas que jamás he oído, recita “Las Flores del mal”, creo. Un lujo, pero siempre me pilla dormida, con la cara apoyada en alguna ventana, o erguida; en este último caso no descanso tanto por miedo en que de una frenada se me caigan las gafas o el libro del que no alcanzo a leer más de una página.
c) “Señoras y señores, perdonen que les moleste… [+fragmento que nunca entiendo]… o ticket restaurante”
d) Concierto: “Bésame, bésame mucho” a ritmo de saxofón codificado. Las notas que el músico no encontró no aparecen, ni se intuyen, no existen. La primera frase de la canción, correcta, bien, gracias.

Recorrido: de Charonne a Iena. Experiencia extensible a cualquier línea y a cualquier hora.
Tareas de restauración de rostros. Mujeres sin ojeras se empolvan la cara, usan rimel, se pintan los labios y siguen con la misma cara de “me abuuuuurro” pero con un toque de color. Autorreflexión: Si bien alguna vez utilizo pintalabios, hago grandes esfuerzos para ascender la cara de sueño al rango de bandera del trabajador alegre. ¿“Alegre”? bueno, “satisfecho”… De acuerdo, “contento”, no, tampoco es eso... ¡Ah si! Yo no soy “trabajadora”, soy una digna becaria en prácticas, pálida, ojerosa pero más contenta que unas castañuelas por estar haciendo lo que hace y con un lápiz de labios estupendo (gracias Momo).

Por cierto 2

O_o

Lo (único?) que funciona bien en Elmgreen&Dragset es Arp. Reflexionando y mirándolo de nuevo uno se convence de que lo de la fiesta no es más que una anécdota y pasa de largo. Arp no es sagrado, no hablo de respeto, sino de que para disfrazar las figuras de Arp -por muy buenos que sean los modistas- hay que darse cuenta de algo que ahora no sé qué es... pero que existía antes! Seguiré mirando. Corto.

Horarios

...

Parada de metro: Strasbourg-Saint Denis. En el andén, cada miércoles a las 16:25h hay un hombre de color, negro, vestido con traje prácticamente de ski, negro, con gorro, no recuerdo de qué color. Cada miércoles a las 16:25h tiene un pie apoyado en uno de los asientos para quitarse la bota y un calcetín que alisa cuidadosamente sobre las baldosas de su derecha o de su izquierda. Tras pulir la bota, se calza de nuevo y repite la misma operación con el otro pie, cargando siempre con su mochila… no recuerdo de qué color. No es romanticismo sino realismo. Cada miércoles.

martes, 18 de marzo de 2008

lunes, 17 de marzo de 2008

Paris en larvas

Top models

Si hay algo que ocurre en las grandes ciudades es que los cambios casi siempre tienen lugar mientras uno está mirando al otro lado. Si decidiéramos hacer una danza, la coreografia podría ser alguien o un grupo de personas que, al girarse movidos por un sexto sentido, tienen la constante sensación de que aquello que están viendo en ese preciso momento antes estaba dos centímetros más lejos, o su tamaño era algo diferente, o que ha girado... No es un cambio regular, no sigue un compás y no camina, sino que más bien se arrastra.

El avance sigiloso e irregular de los pequeños cambios es una realidad. Y Arp ya lo sabía. En la fundación que lleva su nombre todas sus esculturas están ahí exactamente del mismo modo en que lo está aquello que nuestros actores-bailarines perciben.









Un sábado de enero tuve la oportunidad de ir a una fiesta convocada por Elmgreen&Dragset en la galería Emmanuel Perrotin, aquí en París. El panorama era aproximadamente el siguiente:


3 salas...

hall: Frente a la recepción, 2 larvas; una de mediana edad y una joven. Ella espera y él juega u observa a una tercera larva enana en el pedestal.
En la gran sala de la izquierda todo el mundo está listo (o casi). Revisan su aspecto en un espejo que distorsiona el ambiente de una fiesta silenciosa pero dinámica. Un apéro de los años 20 o 30, no sabemos si de este siglo o del anterior, o una despedida de solter@, o un aniversario en el que el streaper con chaleco negro aparece echando al suelo uno de los lados de una gran caja negra. Una caja a la que no podrá regresar; es demasiado pequeña para su estatura: "fragile": Un síntoma de humanidad, no es posible volver al origen.


Tras el hall la sala de la pareja y los voyeurs. Uno desnudo con su ropa de cuero negro tendida en el suelo y, el otro, atento a un juego desconocido tanto para el espectador como para las otras dos figuras de la sala




...un momento...


Siguiente espacio: Son las 10:10h según los 6 relojes blancos de la sala negra. El espacio hermano del propuesto por Sonia Rykel en su página Web. 6 chimeneas blancas (2 por pared) una sirvienta/doncella dorada vestida como todos la imaginamos. Acorde con la sala. Encima de cada una de las chimeneas, dos candelabros, el reloj de las 10:10 y un espejo. La luz fluorescente convierte los blancos en algo luminoso y sólido sobre el negro. Todo buen guateque tiene su jardín, su balcón su espacio para inspirar y expirar, fumar el cigarrillo y, por supuesto, tener la excusa perfecta para ponerse alrededor del cuello ese chal de…


... y el sonido

Música* y, de vez en cuando, risas. El ruido de alguien esforzándose, tal vez para calzarse un zapato nuevo, no sé. Teléfono. La música del preparativo, suceso silencioso, la noche avanza.

*Music for 18 musicians de Steve Reich, Phases, disc 1, track 2, sectionII
14 recitations de Georges Apregis, 1979

Alta costura para larvas.









En Münster (Alemania), durante el Skulptur Projekt 2007 Elmgreen&Dragset montaron una obra de teatro en la que los actores eran reproducciones de las obras más célebres de artistas como Jeff Koons y Lewitt. Un breve diálogo para acabar:

- Arp “Cloud Shepherd” (hablando sobre el espectador): Think of it like a visitor to a gallery, only there are lots of them and they all think with one mind.
- Lewitt, "4 cubes": only illogical judgements can lead to new experience.



Los personajes:



La escena:






Algunas fuentes:
http://www.galerieperrotin.com/artiste-Elmgreen_et_Dragset-20.html
http://www.fondationarp.org/fondat.htm


sábado, 2 de febrero de 2008

De Mahler a Darth Vader

Resumiendo


Sé que hace días que no escribo pero es por la pereza de sentarme ante el ordenador después de una jornada larga e intensa.


Estos días han sido... buenos. Buenos de verdad. Por supuesto no estoy hablando de lotería ni de fondos de inversión. Hablo por ejemplo de haber ido con Nino... uy, creo que no he hablado antes de ella. Es una gran amiga georgiana. Voilà:







Ya me decía el Doctor Gaidon que esto iba a ocurrir. Me advirtió que si salía de casa un domingo al mediodía, sin rumbo, con Nino, no regresaría sin que algo hubiera cambiado. Tomamos el metro con la idea de pasearnos por Beaubourg (=Centro Pompidou). Fuimos a la librería, nos desesperamos eligiendo "los libros que nos compraríamos si..." y continuamos paseando en busca de más actividades gratuitas, es decir, acordes con el presupuesto previo a final de mes.

El gran exceso de la tarde fue una crepe de jamón y queso. Mientras comíamos paseamos hasta llegar Notre Dame. Ahí nos dimos cuenta de que nunca habíamos entrado, así que aprovechamos. Como era de esperar en domingo, entramos en plena eucaristía. Primero paseamos silenciosamente junto a otros turistas por la nave de la derecha. Se percibía en el ambiente la calma de los creyentes en la nave central y el respeto casi místico de los visitantes que observaban la parte trasera del altar, con unos arcos que daban paso a nuevas naves, difuminadas como si hubiera entrado la niebla, como si fuera un cuadro del diecinueve. Ésto, el botafumeiro y las voces del coro.

Nino y yo nos instalamos en la nave central, seguimos la ceremonia con el mismo silencio con que lo hacíamos en nuestras respectivas escuelas. Por supuesto ella estaba acostumbrada a un ritual ortodoxo de unas tres horas de duración, de pie, y yo a uno de apenas una hora, casi siempre sentada, pero nos adaptamos al término medio ofrecido. Y el coro. Ni siquiera el sonido de las fotos molestaba. Qué coro!


Al salir tuvimos que respirar y darnos cuenta de que no, de que el jorobado no iba a aparecer.

Seguimos nuestro paseo hasta el Cafe de Flore, cerca de Saint Germain. Un cafe antiguamente frecuentado por los artistas e intelectuales de la época. Ahora solo queda la nostalgia, los turistas y los franceses con abrigos a pagar por plazos. Así que seguimos nuestra excursión y, veinte metros más tarde, Chopin.


Un hombre con su piano, al lado de la iglesia de Saint Germain, tocaba Chopin y unas 8 personas aguantamos con él bajo la lluvia. Después de 20 minutos buscamos nuestros últimos 2 euros y se los dimos. Una buena inversión.


¿Qué hacemos ahora? Jazz. Me acordé de la Cave des Oubliettes, donde había estado con Berty, Pato, Blanca y Hermes. Recordé el leiv motiv: "jam session gratis" y fuimos, sin dudarlo. El concierto empezaba a las 10 así que nos sentamos un rato en el puente entre Notre Dame y Saint Michel, sobre el Sena. Recordamos una conversación entre Nino y otra persona:

X - De dónde eres?
Nino - De Georgia
X - De Rumanía?
N - No, de Georgia
X - De Hungría?
N - Ok, de Hungría


Y otra conversación:

Y - De dónde eres?
Nino - De Georgia
Y - Eres refugiada política?
Nino - No. Soy stagiere (becaria)
Y - Pero de Afganistán vienen muchos refugiados políticos
Nino - Yo soy de Georgia
(5 minutos más tarde)
Y - Cuándo llegaste de Afganistan?
Nino - zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz


La jam empieza y, viendo que íbamos a tener dificultades para irnos dada la alta calidad de lo que estaba ocurriendo, nos miramos y nos dijimos: "tenemos que tomar el último metro, eh!", "sí, sí!". Cada vez que nos levantábamos venía un momento mejor. Cuatro saxos, un bajo, dos guitarras, batería, otro saxofonista de rodillas frente a una chica declarándole con sonidos "vete tú a saber qué". Conocimos a un artista con crisis existencial tipo "no entiendo lo que hago y no entiendo por qué otros hacen lo que hacen". PERO CÓMO NOS VAMOS A IR!!!


En fin, volvimos andando pero fue un buen día. Un buen fin y principio de semana, estaréis de acuerdo.


Lo del título de esta entrada, tiene una explicación pero veo que me he ido por las ramas. Lo siento. Otra vez será.

lunes, 7 de enero de 2008

À la santé!

Para el año nuevo, salud y pesetas.

Hoy he tenido la oportunidad de tomarme un café con el Doctor Gaidon. Bueno, le llamo "doctor" porque, por su forma de hablar, parece que esté siempre a punto de diagnosticarte alguna enfermedad o prescribirte alguna medicación regeneradora.

Mientras yo me tomaba el té y él su café, se ha dado cuenta de que mi párpado superior izquierdo temblaba. Sólo de vez en cuando, pero temblaba. Directamente me ha preguntado si estaba cansada, estresada, con las defensas bajo mínimos o bien... no, esas eran las tres opciones a elegir. Entonces me he parado y he reflexionado: a juzgar por el herpes que ha asomado en mis labios sumado a que he estado resfriada, que he vuelto a París después de unos días cargaditos de emociones en Barcelona, 12 horas en tren, nostalgia, alegría, frío, calefacción, trabajo, gente, cumpleaños, cine, futuro... pues sí, doctor Gaidon, va a ser algo de eso. Y además estoy en ese momento del mes en el que me encantaría tener pelo en el pecho en vez pañales, así que... Doctor, ¡qué hago?

Me dice que respire. Que olvide el herpes, ¡que no me lo toque!, que si no puedo hacer la transferencia bancaria, no pasa nada, que si la targeta de crédito está bloqueada para hacer operaciones en internet, no pasa nada, que mañana por la mañana le diga a la señora simpática que me mostró la residencia que le pagaré con retraso (debí pagar el sábado) porque ninguno de los 453 códigos que me han mandado de Caixa Catalunya funciona, que pregunte a la escuela si les puedo pagar por meses... Entonces, llega ese momento de ataraxia en el que realmente logro olvidar el herpes sintiendo, eso sí, que mi párpado izquierdo empieza a agitarse. Entonces voy a tocarme el ojo para detenerlo y me toco el herpes sin querer y, ¡hala!, ya me he olvidado de respirar.

Y justo cuando tengo muy, muy, pero que muy presente todo este cuadro de síntomas absolutamente catastróficos, temporales y absurdos, aparece ese chico que por lo general te alegra el día con un simple "bon soir"; salvo que por esta vez una servidora se ha quedado bloqueada entre el herpes y el párpado; lo que geográficamente nos lleva a la nariz. Sí, señoras y señores, doctor Gaidon, me ha empezado a picar la nariz. No sé si en cuanto lo he notado he puesto los ojos bizcos para mirarla pero, en fin, para qué torturarnos más, doctor? Ha estado bien estornudar en do mayor.

domingo, 6 de enero de 2008

La leyenda del Amor Liebre

“No, esto no es serio, ¿no?”



En Europa se hacen numerosos intentos de autocrítica y sigue en auge la tendencia a asignar titulares del tipo “esta es la generación de…” o “ X es/será un factor muy característico de nuestro siglo”. A menudo estas frases son fruto de elaborados estudios y estadísticas. Otro de estos intentos lo protagonizan los autodenominados constructores de leyendas.

Es decir, del mismo modo que hay quien invierte tiempo en analizar la verdad de titulares como “nuestro siglo es el siglo de la obesidad o de la hiperactividad o de la depresión o del laicismo…”, hay quien se ha molestado en relatar y catalogar los diferentes modelos de leyendas que en un futuro se podrían contar sobre las personas que poblamos Europa en estos años que corren. Partiendo de la idea de que aquello que oímos en la calle, en los cafés, podría constituir lo que en los antiguos hemos llamado “tradición oral”, ¿qué forma tomaría el relato escrito siempre a posteriori y con un fin a menudo moralizante? Sobre todo en las llamadas “relaciones humanas de a 2”

Sociología e historia en forma de narración lírica o épica. Una oportunidad para hacer de miles de anécdotas un todo social y real. De la observación o contacto directo de la experiencia empírica al relato casi abstracto. Como ejemplo, la traducción del fragmento escrito por uno de ellos, el doctor Gaidon. Dice así:

La leyenda del Amor liebre:

<<>

Sujet@ 1- Oye.

Sujet@ 2- ¿Sí?

1- …tú no te estarás enamorando, ¿no?

2- No. ¿Y tú?

1- No. En estos momentos de mi vida yo no puedo enamorarme.

2- Ya, yo tampoco. No es el momento de tener algo serio, al menos para mí.

1- No, no… si a mí me pasa igual.

2- Buenas noches

1- Buenas noches


Enfriaron un poco las miradas para darse a entender que no iba a cambiar nada entre ellos. Y así fue. Nada cambió. [La locura consiste en pasar de tener los ojos abiertos a tenerlos completamente cerrados y, sobre todo, en lo contrario.]





2- Oye.
1- ¿Sí?
2- ¿Me das un beso? –dijo previendo que sería el último de esos.
1- Claro




2- ¿Te molesta el brazo aquí?
1- No. ¿y a ti mi cabeza encima de él?
2- No, qué va.
Se durmieron y al cabo de un rato ya estaban durmiendo espalda contra espalda.




Finalmente, la falta de cara a cara fue una gran fuente de aburrimiento. Ni bueno ni malo, aburrido.









Antes de que se inventara el no estar preparado, entre ellos dos existía el silencio. De esos que anuncian la llegada de la palabra justa y que van acompañados de miradas sinceras que afrontan el miedo a lo que asoma dejando un solo ojo abierto. Bien despierto, ese ojo velaba para que el que permanecía cerrado disfrutara de su derecho al ensoñamiento; para que el resto del cuerpo dejara de estar dividido en partes y susurrara caricias amorales.





>>









Imágenes:

Margritte
Barbara Kruger
Jeff Koons
Naia del Castillo