Bienvenidos a l'Ille de St. Louis. En una calle de las diez u once que hay, está el paraíso. Sí. De verdad. En serio. Existe. El cielo está en la tierra. Ni recuerdo cómo se llama. Desde fuera parece una tienda de cosas tipo cajas de hojalata, moldes para pastel. Hay un piano viejo, viejo, viejo. Cuando te fijas un poco más, ahí descubres un mostrador con: pastel de chocolate, pastel d'epices, pastel de naranja, pastel de limón, pastel de almendras, pastel, pastel, pastel. Y luego desvelas la clave de tanta magia: el chocolat chaud. Sí, CHOCOLAT CHAUD. De nuevo habría que rendir un homenaje a Anne Lise por darme a conocer un lugar como este.
Se sirve en una especie de tetera, con dos tacitas minúsculas, más una jarra de agua con dos vasos de chupito. Y a beber. Por supuesto hay que acompañar tan exquisito elixir de un rico manjar como... TARTA DE CHOCOLATE. El brownie elevado a la enésima potencia. Es la primera vez que me dicen que en un sitio hacen lecturas y música en directo y ni me inmuto. No sé, debía de tener la cabeza en otra parte.
De vuelta a casa, a velocidad muy muy limitada, aún tomé un par de fotos. Voilà:
Esto, aunque no se entienda en la foto que hice precipitadamente, es un hombre pedaleando un artilugio lleeeeno de objetos. Qué majo! Hasta nos saludó. París, poesía en movimiento.
Hôtel de Ville. El Ayuntamiento. ¿A que invita a pedir subvenciones?