martes, 4 de noviembre de 2008

7 de septiembre de 2005

ODA A “NO RECUERDO QUÉ”

Bebo vino por no beber cerveza y saboreo, cerrando mis ojos, la intransigencia. Ni siquiera sé si ésta es real pero me ayuda a disfrutar la calada eminente de ese cigarrillo… En fin, yo no fumo pero adoro robar tabaco a la buena compañía. Es otra forma de respirar. Inspira. El humo se convierte en un fantástico delirio y aparecen nuevos pensamientos… no; en realidad son viejas ideas. Residuos de sueños que en su día me asaltaban en el tren y que hasta ahora, sin recordar desde cuándo, me habían dejado sola, a mi azar. ¡¿MI azar?!

Ha vuelto a sonar esa canción por boca y guitarra de la misma diosa que prefiere el odio al olvido. “Ódiame, porque duele menos que el olvido. Ódiame, porque así sabré que me has querido”. El olvido le convierte a uno en nada. Cuando Olvido reina en el amor la lucha consiste en llegar al solipsismo; sólo desde ahí es posible vivir de nuevo en el mundo y sentirse considerado. Pero con el mundo aquí cerca, es difícil. Y resulta que hasta que no existimos nosotros éste no existe para nosotros y nosotros no existimos en él [René, qué bien te viene el nombre].

En fin, ¿quién dijo que era fácil?

Hoy he descubierto que estas palabras, aunque argentinas, no eran de tango. Mejor; porque el dolor habría sido mayor al ver el cantante que no tenía bailador.

“Ódiame, porque duele menos que el olvido. Ódiame, porque así sabré que me has querido”

No, esto no es tristeza, es empirismo. La vida es bella y esa belleza la vivo las 24 horas del día. El resto del tiempo descubro cosas como ésta.

Antes de despedirme, te envío un beso como el que siempre soñé que me darías y un “te quiero” que jamás me dedicaste.

[Sonrío] No importa, ahora soy feliz. Gracias.

Remite: La taverneta

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