martes, 4 de noviembre de 2008

8 de julio de 2005

Yazgo plácidamente sobre mi cama mientras una canción me susurra que huya. Están anunciando la llegada de la hora en punto y aún no me ha dado tiempo a vestirme para salir corriendo.

Un bajo sigiloso ha empezado a sosegar mis latidos y, bum, bum… sigo aquí escuchando este blues.

Una desconocida en la radio me dice que me quiere y que le he partido el corazón. Los coros me indican que eso se lo diría a cualquiera, así que, qué más da. Seguiré viviendo bien observando ese carro que no hace mucho he construido y del que hablo a todo el mundo. No sólo lo observo sino que lo reordeno con la vista, al ritmo de la canción que yo quiera. A veces, simplemente me deslizo entre mis muebles nuevos y mis trastos viejos como si fuera una elegante serpiente que, en realidad, no está sino retozando entre sus vidas.

Una hora y veintinueve minutos para averiguar qué es lo que en realidad está ocurriéndole a mis dedos, que escriben y escriben sin ninguna certeza de que ésas, no, “éstas” palabras se adecuan a algo anterior a su movimiento. Disponer de los símbolos y desconocer su correspondencia.

Orgullosa de no ver ya puertas mal cerradas en mi sala… He logrado dejarlas todas absolutamente abiertas y hay una corriente de aire deliciosa y fugaz. Entrar es salir y muy pocas cosas permanecen aquí; sólo aquello que tiene cabida entre el mobiliario actual. Esquinas adecuadamente dispuestas para resguardarme de ese fresco insolente que la corriente a veces trae consigo; ellas me acogen y me regalan el silencio, el oído ciego que escucha mejor que todos los demás. He logrado oír miles de conversaciones esta tarde y todo tenía un sentido, una coherencia arrebatadora, puro coro encubierto por la llegada chirriante del metro.

2 comentarios:

josep anton dijo...

Algú hauria de fer una cançó amb aquest text.

O potser ja ho és? un blues sense música...

muax

Se Me Ha Caído El Diccionario dijo...

gràcies per llegir-lo. qui sap! igual algun dia ho cantem ;)