domingo, 6 de enero de 2008

La leyenda del Amor Liebre

“No, esto no es serio, ¿no?”



En Europa se hacen numerosos intentos de autocrítica y sigue en auge la tendencia a asignar titulares del tipo “esta es la generación de…” o “ X es/será un factor muy característico de nuestro siglo”. A menudo estas frases son fruto de elaborados estudios y estadísticas. Otro de estos intentos lo protagonizan los autodenominados constructores de leyendas.

Es decir, del mismo modo que hay quien invierte tiempo en analizar la verdad de titulares como “nuestro siglo es el siglo de la obesidad o de la hiperactividad o de la depresión o del laicismo…”, hay quien se ha molestado en relatar y catalogar los diferentes modelos de leyendas que en un futuro se podrían contar sobre las personas que poblamos Europa en estos años que corren. Partiendo de la idea de que aquello que oímos en la calle, en los cafés, podría constituir lo que en los antiguos hemos llamado “tradición oral”, ¿qué forma tomaría el relato escrito siempre a posteriori y con un fin a menudo moralizante? Sobre todo en las llamadas “relaciones humanas de a 2”

Sociología e historia en forma de narración lírica o épica. Una oportunidad para hacer de miles de anécdotas un todo social y real. De la observación o contacto directo de la experiencia empírica al relato casi abstracto. Como ejemplo, la traducción del fragmento escrito por uno de ellos, el doctor Gaidon. Dice así:

La leyenda del Amor liebre:

<<>

Sujet@ 1- Oye.

Sujet@ 2- ¿Sí?

1- …tú no te estarás enamorando, ¿no?

2- No. ¿Y tú?

1- No. En estos momentos de mi vida yo no puedo enamorarme.

2- Ya, yo tampoco. No es el momento de tener algo serio, al menos para mí.

1- No, no… si a mí me pasa igual.

2- Buenas noches

1- Buenas noches


Enfriaron un poco las miradas para darse a entender que no iba a cambiar nada entre ellos. Y así fue. Nada cambió. [La locura consiste en pasar de tener los ojos abiertos a tenerlos completamente cerrados y, sobre todo, en lo contrario.]





2- Oye.
1- ¿Sí?
2- ¿Me das un beso? –dijo previendo que sería el último de esos.
1- Claro




2- ¿Te molesta el brazo aquí?
1- No. ¿y a ti mi cabeza encima de él?
2- No, qué va.
Se durmieron y al cabo de un rato ya estaban durmiendo espalda contra espalda.




Finalmente, la falta de cara a cara fue una gran fuente de aburrimiento. Ni bueno ni malo, aburrido.









Antes de que se inventara el no estar preparado, entre ellos dos existía el silencio. De esos que anuncian la llegada de la palabra justa y que van acompañados de miradas sinceras que afrontan el miedo a lo que asoma dejando un solo ojo abierto. Bien despierto, ese ojo velaba para que el que permanecía cerrado disfrutara de su derecho al ensoñamiento; para que el resto del cuerpo dejara de estar dividido en partes y susurrara caricias amorales.





>>









Imágenes:

Margritte
Barbara Kruger
Jeff Koons
Naia del Castillo